martes, 19 de febrero de 2008

Polémica por el escudo antimisiles: Rusia-Estados Unidos


Los planes de Estados Unidos de instalar un escudo antimisiles en Europa de Este, más precisamente en República Checa y Polonia, generó una disputa con Rusia y despertó el recuerdo de la Guerra Fría.
La polémica entre las dos potencias comenzó a principios del año pasado, cuando la administración estadounidense anunció que entre sus proyectos se destacaba el de colocar un escudo de seguridad antimisiles, para impedir un ataque a Europa por parte de Corea del Norte o de Irán. Esto disgustó a la Federación Rusa que, en respuesta, anunció que suspendería el tratado de desmilitarización firmado entre ambos países en 1990, ya que considera que el sistema afectará a su industria y a sus principales ciudades, y en represalia, deberá acrecentar su potencial militar.
La secretaria de estado norteamericana, Condoleezza Rice, calificó de “Absurda” la inquietud del mandatario ruso, mientras que el presidente de Estados Unidos, George Bush, aclaró que “Rusia no es el enemigo”, e intentó tranquilizar el tono a la disputa que mantiene con Putin tras señalar: “La Guerra Fría terminó”.
En junio mediante una reunión bilateral, al margen de la cumbre de los países del G8, con George Bush, su par ruso, Vladirmir Putin, propuso, en busca de evitar la construcción del escudo, la utilización conjunta de la base de radares de Gabala, en Azerbaiyán, para controlar los posibles ataques por parte de Irán hacia blancos europeos, peligro que Bush había esgrimido para justificar la instalación de un radar en República Checa y diez interceptores en Polonia, lo que había provocado duras reacciones en Rusia, que veía en ello un peligro para su propia seguridad.
La propuesta de Putin fue calificada por Bush como una “idea interesante”, y aceptó estudiarla, pero no renunció al despliegue de su escudo en Europa del Este.
En su respuesta, el presidente ruso, arguyó que apuntará los misiles rusos hacía Europa, por primera vez desde el fin de la “Guerra Fría”, si Washington no da marcha atrás en su proyecto, y amenazó: “En caso de despliegue de un escudo antimisiles en Europa, hoy lo advertimos, habrá respuesta. Necesitamos garantizar nuestra seguridad”, a lo que Estados Unidos y la OTAN respondieron: “La amenaza de Putin es inútil y de poca ayuda”.
Por su parte, el primer ministro de Polonia, Donald Tusk, señaló, el pasado 6 de febrero en Varsovia, que su país no ha tomado aún una decisión definitiva con respecto al emplazamiento, dentro de su territorio, de elementos del sistema estadounidense de defensa antimisiles. Y agregó que: “en todo caso en las relaciones polaco-rusas se debe tener presente que Polonia es miembro de la Unión Europea y la OTAN y tiene relaciones de aliada con EEUU”.
En referencia a la visita de Tusk a Bladimir Putin el 8 de febrero en el Kremlin, el primer ministro ruso, Victor Zubkov, aseguró: “Esta visita constituye un jalón importante en el desarrollo de las relaciones ruso-polacas. Queremos que tengan por base el respeto de intereses de cada parte y se rijan por el principio de buena vecindad”, y prometió que Rusia “seguirá fomentando la cooperación con Polonia, su vecino y socio, en los dominios político, económico, comercial, cultural y humanitario”.
Por otro lado el viceministro ruso de defensa, Alexandr Kolmakov, arguyó, en la reunión de los jefes de los departamentos militares del Consejo Rusia-OTAN, que los planes de la OTAN, Organización del Tratado del Atlántico Norte, de integrar en su sistema de seguridad el escudo antimisiles norteamericano afectará las relaciones entre la Alianza Atlántica y Rusia.
Muchos especialistas opinan que la única potencia que hoy puede sortear el escudo antimisiles norteamericano, es Rusia. Pero según la percepción rusa el riesgo no es contemporáneo, sino que es de cara al futuro tras el desfase tecnológico que sufre Rusia con respecto a las potencias occidentales.
Algo para destacar es que Rusia apoyó las políticas de Estados Unidos en escenarios muy dispares y no ha recibido nada a cambio, por lo tanto el código que inspira los movimientos de Bush, es que Rusia no renazca como gran potencia.
Lo que muchos llamaron “La nueva guerra fría”, esta muy lejos de serlo ya que, en principio, ahora hay sólo una potencia hegemónica y las relaciones no son tan tensas. Además Putín está presente en el G8, y el escenario no es el mismo al de la Guerra Fría ni en las reglas del juego, ni en las estructuras que operaban entonces.
Se les podría preguntar a los habitantes del pueblo ruso, pero más aún al pueblo polaco y checo, sobre si les gustaría vivir bajo una custodia basada en un escudo antimisiles y dentro de un conflicto polémico por cuanto poderío militar tiene uno o cuanto tiene el otro, ya que en definitiva, o al menos eso manifiestan los gobernantes, “trabajan por el bien de su pueblo y para su desarrollo”.