lunes, 11 de febrero de 2008

No más sangre por el Coltán

Cuando te comunicas mediante tu teléfono celular, ese pequeño dispositivo que hace más fácil el enlace entre las personas, quizás no sepas que en su fabricación es decisivo un mineral llamado Coltán. Tal vez escuchaste nombrarlo, pero es probable que no sepas con exactitud de que se trata y menos de donde proviene o como se obtiene.
Y si tenes la suerte de viajar en uno de esos modernos trenes que se desplazan a más de 300 kilómetros por hora, es bueno que sepas que en esa maravilla de la tecnología tiene su presencia el Coltán.
Se denomina Coltán al mineral columbita-tantalita del cual se extraen dos metales de importancia vital para la sociedad actual: el tantalio y el niobio (antes llamado columbio). Su nombre resulta de la contracción de columbita-tantalita. Progresivamente, empezó a comercializarse como una materia prima excelente para el desarrollo de las nuevas tecnologías.
Este mineral es fundamental para la industria de los aparatos electrónicos, centrales atómicas, objetos espaciales, misiles balísticos, videojuegos, aparatos de diagnostico médico no invasivos, trenes sin ruedas (magnéticos), fibra óptica, entre una larga lista de cosas más. Sin embargo, el 60 por ciento de su producción se destina a la elaboración de los condensadores y otras partes de los teléfonos celulares. Con él las baterías de los minicelulares de bolsillo mantienen por más tiempo su carga, ya que los microchips de nueva generación que con él se elaboran optimizan el consumo de corriente eléctrica.
El gran aumento de la demanda hizo que surgiera un mercado ilegal paralelo en el África central. En las provincias del este de la República Democrática del Congo (RDC, antiguo Zaire), consideradas por la UNESCO reservas ecológicas de gran importancia, se encuentra el 80 por ciento de las reservas mundiales de coltán. Allí han puesto su interés, sobretodo en los últimos diez años, las grandes multinacionales Nokia, Ericsonn, Siemens, Sony, Bayer, Intel, Hitachi, IBM y muchas otras. Se han formado en la zona toda una serie de empresas, la mayoría de ellas fantasmas, asociadas entre los grandes capitales transnacionales, los gobiernos locales y las fuerzas militares, estatales o guerrilleras, para la extracción del coltán y de otros minerales como el cobre, el oro y los diamantes industriales.
Todas las licencias para su compra y venta fueron suprimidas a finales del 2000, pero se continuó la comercialización de forma ilegal.
Mientras los gobiernos de los países africanos se disputan el territorio y empobrecen aún más, si se puede, a sus pueblos, las empresas mixtas se reparten el control económico de la región. Controlan incluso el transporte. Las zonas militares de los aeropuertos internacionales de Kigali, capital de Ruanda y Entebe, capital de Uganda, son un claro ejemplo de, “ni impuestos ni aranceles”. Los vuelos de ida al Congo viajan cargados de armas y los de vuelta de minerales.
Para muchos países africanos, a finales del siglo XX, la devaluación de los productos agrícolas, y la desertificación, provocaron una fuerte revalorización de sus recursos mineros, nueva fase del errante camino para relacionarse con el mercado internacional. La mayor parte del coltán extraído, luego de ser acumulado hasta subir los precios, tiene como destino los Estados Unidos, Alemania, Bélgica y Kazajstán. La filial de Bayer es la productora del 50 por ciento del tantalio en polvo a nivel mundial. Con el tráfico y la elaboración están vinculadas decenas de empresas, con participación en grandes corporaciones monopólicas de diversos países. Las grandes empresas financian a las distintas fuerzas militares, que montadas en los preexistentes conflictos interétnicos, sostienen una guerra por el control de las minas, en la que en los últimos cuatro años han muerto cerca de tres millones de personas. Ruanda y Uganda han diseminado unos 40 mil soldados, que cuentan con los mejores equipos, en los Parques Nacionales de la RDC, donde se hallan las reservas. Según el mismo Kofi Annan, séptimo Secretario General de las Naciones Unidas y premio nobel de la Paz, ha declarado: “la guerra del Congo se libra por el control de sus riquezas naturales”. En un informe del IPIS, investigación del Servicio de información para la Paz internacional independiente, se demuestra que las sociedades europeas y norteamericanas que comercian con el Coltán contribuyen a la financiación de la guerra. Tienen un gran interés en que continúe la inseguridad para permanecer en el Congo a través de las tropas guerrilleras.

En las minas de Coltán trabajan diariamente más de 20 mil hombres, bajo un sistema represivo organizado por las fuerzas militares y los poderes locales, de los dos bandos en disputa que hasta hoy siguen en guerra, el Movimiento de Liberación del Congo, Coalición Congoleña para la democracia, por un lado, y la RDC por el otro. A los trabajadores se les paga cerca de diez dólares por kilo de Coltán, mientras que en Londres cada kilo del mineral cotiza entre 250 y 300 dólares. La fuerza de trabajo es, en general, de ex campesinos y ganaderos que no tienen para alimentar a sus familias, además de los miles de niños de la región, cuyos cuerpos fácilmente pueden adentrarse en las vetas a ras de la tierra.
Esta forma de trabajo ha causado, causa y seguirá causando la muerte de millones de africanos.
El capital, por lo tanto, no se encarga de la totalidad de la reproducción de esta fuerza de trabajo, que además de aportar en la producción de plusvalía del mineral, aporta una especie de renta en trabajo metamorfoseada.
Los mineros sufren de superexplotación. Dan valor al coltán con su trabajo, pagan un tributo al estado local y además trabajan para conseguir los medios de supervivencia, alimento y refugio.
-Militares, milicias locales y rebeldes están involucrados en el contrabando, mientras que ganancias ilícitas los financian.
-Los intermediarios les compran a los contrabandistas y venden su producto a las corporaciones y así poco beneficio le queda a la Republica Democrática del Congo.
Superbeneficio para el capital invertido que obtiene tasas de ganancia exorbitantes, realizadas con el sustento indispensable de la represión y el trabajo forzado. Como es tradicional en África, el racismo, la xenofobia y la ideología discriminatoria en general, son esenciales para el funcionamiento de este doble mercado de trabajo, asalariado y forzado. NO LIBRE.

El Coltán es una fuente de riqueza que tendría que ser aprovechada para el beneficio del Congo y no un lazo más que oprima a su pueblo.